Patricio de Azcárate Corral (1800-1886) | Sistemas filosóficos modernos, Madrid 1861 |
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Patricio de Azcárate Corral, Exposición histórico crítica de los sistemas filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia, Mellado, Madrid 1861, tomo 1, páginas 168-207.
Constante siempre en el principio de no separarme del orden lógico de las ideas, si Condillac siguió a Locke, por la misma razón Broussais tiene que seguir a Condillac.
Francisco José Victor Broussais nació en Saint Malo, en Francia, el año de 1772, y falleció en 1838. Después de varias vicisitudes de su juventud, que le cogió en medio de la revolución francesa, se dedicó a la medicina, y recibido de médico, siguió los ejércitos franceses por mar y tierra, recorriendo una parte de la Europa sin salir del ejercicio de su profesión. Restablecida la paz, se fijó en París, donde como profesor de medicina adquirió una gran nombradía, habiendo publicado varias obras, y entre ellas su Tratado de la irritación y de la locura, que fué donde consignó, no sólo sus opiniones médicas, sino también sus opiniones filosóficas, únicas que son objeto de nuestro examen.
Locke, según hemos visto, redujo el origen del conocimiento humano a la reflexión y a la sensación: la sensación, como origen de todas nuestras ideas elementales, y la reflexión, que trabaja sobre estas mismas ideas elementales, suministradas por la sensación. Locke suprime las ideas absolutas, porque suprime la razón, como facultad de lo absoluto y como origen de todas estas ideas sublimes y grandiosas, que han sido el encanto de los primeros pensadores del mundo, de Platón, de Aristóteles, de Descartes, de Kant. Condillac, marchando por los mismos pasos de Locke, rechaza la razón, como origen de ideas; pero de los dos orígenes que reconoce este filósofo, la reflexión y la sensación, rechaza la reflexión, y no reconoce otro origen de ideas que la sensación. Locke no quiso que el hombre fuera en busca del mundo invisible, del mundo de los espíritus, que está por cima de nuestras cabezas; pero reconoció el mundo que se encierra en las profundidades de nuestro ser y el mundo material; reconoció el principio activo en nosotros por medio de la reflexión, reobrando sobre las impresiones producidas por el mundo exterior, que da la sensación. Condillac, no admitiendo más que la sensación, suprime el principio activo, el mundo de la humanidad, y entrega el hombre entero a la influencia del mundo material. Sin embargo, reduciendo el espíritu a ser una pura capacidad, distinguió claramente la sensación, como hecho interior, como hecho del alma, de la conmoción orgánica, es decir, que jamás consideró la sensación como un hecho fisiológico, sino como un hecho psicológico, extraño a la organización animal.
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